lunes, 24 de octubre de 2011

No hay nada peor que la miopía...

Después de mucho tiempo, decidí volver a darle vida a este blog. Cansado de los 420 caracteres que limitan las ideas en facebook, o los 140 que provee twitter para poder desarrollar aunque sea un bosquejo de un pensamiento más o menos profundo. En realidad, estoy lejos de algo tan pretencioso. Pero sí quería expresarme. Y necesitaba hacerlo en un espacio más amplio. Así que...welcome back!

En las últimas horas me topé con un sinfin de comentarios, análisis, lecturas y expresiones que me hicieron pensar más de la cuenta. En realidad, entre el respeto y la preocupación que muchas veces me generan opiniones distintas a la mía, maquino, maquino, maquino...hasta que llega un punto en el que necesito confrontar, interpelar al otro, tratar de entender qué es lo que lo lleva a pensar de esa manera. Porque a diferencia de lo que piensan muchos, la discusión, la confrontación de ideas, el debate y la pelea (entendida de en el buen sentido), no es otra cosa que una manera de acercarnos al otro. Una relación dialéctica que nos tendría que permitir abrir más la cabeza. Y crecer como conjunto.

Volviendo a las opiniones que mencionaba más arriba, me preguntaba como podía ser que haya gente que piense tal cosa, o tal otra, o tal otra...En definitiva, termino siempre llegando a una misma conclusión: cada uno observa la realidad desde el cristal de su propia subjetividad. Y esa subjetividad está atravesada por distintas experiencias, ya sean sociales, culturales, económicas, políticas, etc. Nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo, si hay algo que me sacan de quicio son los preconceptos. Tenemos tan incorporadas ciertas imposiciones culturales, que muchas veces caemos en el error, conciente o inconcientemente, de prejuzgar al otro, al diferente, al que nosotros creemos (siempre desde nuestra subjetividad) que está equivocado. Esta sistematización del prejuicio no es otra cosa que el rechazo que nos generaría formar parte de lo otro, estar medianamente cerca, tocarlo y sentirnos parte de eso que nuestro preconcepto (casi siempre fundado en el miedo a lo desconocido) se antepone como una barrera.

Ese es quizá el motivo por el que muchos intelectuales y sectores de la política terminan cayendo siempre en el reduccionismo del "populismo" para explicar fenómenos sociales mucho más complejos e interesantes de comprender. Del peronismo en adelante, rara vez estos "sabelotodo" pudieron explicar e interpelar a los sectores populares de nuestro país. Siempre fueron los "cabecitas negras", los ignorantes, los que están por el plan, los que se movilizan por el chori y el vino, los que no quieren laburar, la "negrada" que tan mal le hace al país...

Sin embargo, ¿cuántos de estos sabiondos se han puesto a analizar las inquietudes de estos sectores sociales? ¿Se habrán preguntado alguna vez que significa dignidad para ellos? ¿Comprenderán algún día lo valioso que puede llegar a ser para esta gente tener el pan para sus hijos, no comer salteado, conseguir la primera changa, luego la segunda, y así hasta conseguir un laburo digno? ¿Conocerán el significado de estabilidad laboral y paritarias para los miles de argentinos que a partir del 2003 se integraron al sistema laboral, luego de años de desocupación y desesperación? ¿Entenderán el impacto que tiene una asignación universal por hijo en las familias que no tienen recursos para mandar a sus hijos a estudiar? ¿Entenderán la importancia que tiene la defensa de un delegado un gremio cuando el patrón usa como variable de ajuste el despido de empleados?

Seguramente no hay que idealizar, no todos los casos son iguales, no todas las historias se repiten y, como decía más arriba, las experiencias están atravesadas por un montón de variables que exigen que estos análisis sean más complejos todavía. Pero para eso hay que acercarse, escuchar, entender al otro, por más que nuestra manera de ver la realidad sea contrapuesta. Casi como un trabajo antropológico.

Lo mismo corre para el ciudadano común, para el que forma parte del conjunto social. Borrar esas distancias, esos preconceptos, esa forma de ver al otro como un inferior porque vemos sólo las carencias cuando no vemos sus valores, sus intereses, sus inquietudes, su mirada...Esto no sólo debería ser un ejercicio intelectual. Más bien debería ser una práctica habitual de todos los que queremos que se reconstruya el tejido social, sin discriminaciones de por medio.

Lo que pasó ayer en las elecciones nacionales debería ser entendido por quienes no comulgan las ideas del oficialimo como una enseñanza. No hay nada peor que la miopía, el no querer ver, el pretender tapar el sol con un dedo. En lugar de seguir profundizando prejuicios, divisiones, discriminación, deberían (deberíamos TODOS) aprender la lección, de una vez por todas.